08.05.2018 09:00 h

El Basaksehir de Arda desafía el dominio del fútbol turco

Arda Turan volvió a sentirse futbolista en Turquía. (Foto: Getty)
Arda Turan volvió a sentirse futbolista en Turquía. (Foto: Getty)

Su estadio suena a vacío, su historia es incipiente y no tiene ningún trofeo en sus vitrinas, pero el Basaksehir vive un ascenso fulgurante en el fútbol turco y amenaza el tradicional dominio de los grandes clubes estambulitas: Galatasaray, Fenerbahçe y Besiktas.

Para sus numerosos detractores, el Basaksehir es un club artificial, quinta columna de un jefe de Estado, Recep Tayyip Erdogan, decidido a meter en cintura un fútbol con fama de turbulento.

Hasta hace apenas cuatro años, este antiguo equipo de las ligas locales no se había ganado un puesto entre los grandes del país, pero esta temporada ha vuelto a desafiar a los grandes y está en liza por el campeonato con el Galatasaray, pese al traspié que supuso el viernes el empate a un gol contra el Sivasspor del brasileño Robinho, que le coloca a tres puntos del líder Galatasaray con dos jornadas para el final.

Pese a su falta de notoriedad y de implantación en un distrito alejado del centro de Estambul, el Basaksehir ha logrado desde hace dos años atraer a afamados futbolistas como el goleador togolés Emmanuel Adebayor, la estrella turca Arda Turan o el lateral internacional francés Gaël Clichy.

Estar entre los mejores

"Estamos creciendo", destaca el delantero franco-turco Mevlüt Erding, que firmó por el club el pasado verano (boreal). "Queremos estar entre los mejores", explica a la AFP el exjugador del París SG. "Actualmente, el Basaksehir se ha impuesto y forma parte de los grandes clubes", fanfarronea Burak Bilgili, líder del Basaksehir 1453, el principal grupo de aficionados del club que viste camiseta y medias naranja y pantalón azul marino. "Ahora, hay cuatro grandes clubes en Estambul".

Un gran salto para un club que hace apenas cuatro años jugaba ligas locales y estaba al borde de la desaparición. Creado en 1994, el año 2014 marca un antes y un después en la historia de esta joven entidad: el ayuntamiento de Estambul se desvincula de su gestión, por los costes desorbitados, y el equipo pasa a manos de un empresario cercano al partido en el poder, el AKP.

El club cambia de cara. Se instala en el distrito conservador de Basaksehir, rodeado de viviendas sociales y a una hora en coche del centro de la ciudad. Toma su nombre y levanta un nuevo estadio, bautizado como Fatih Terim, mítico técnico del fútbol turco.

Rápido ascenso

El ascenso a la élite comienza: cuarto en la Superliga turca en 2015 y 2016, el Basaksehir se queda a un paso del título la temporada pasada, acabando segundo. Con la participación del club en competiciones europeas, los observadores extranjeros descubren un equipo con un juego ofensivo que seduce.

Campeón de invierno esta temporada, el club lucha de nuevo por el título. "Competimos contra clubes centenarios. Es una situación extraordinaria", decía maravillado el mes pasado el entrenador del Basaksehir, Abdulá Avci. Como grandes responsables de este "milagro" figuran dos hombres: "El entrenador Abdulá Avci y el presidente Göskel Gümüsdag", asegura a la AFP el cronista deportivo Bagis Erten.

Técnico respetado, Avci, seleccionador turco de 2011 a 2013, dirige el Basaksehir desde 2014 tras una primera etapa de 2006 a 2011, aportando una estabilidad que impresiona en un país en el que los entrenadores están a menudo en el disparadero.

Gümüsdag, empresario cercano al presidente Erdogan, ha aportado su don de gentes y una gestión rigurosa que contrasta con el endeudamiento masivo de los grandes clubes estambulitas. Ambos han protagonizado sonadas y rentable operaciones de traspasos, como la del joven prometedor Cengiz Under, comprado por poco dinero al Altinordu en 2016 y revendido un año después a la Roma por 15 millones de euros.

Gradas vacías

Pese a los éxitos crecientes, el Basaksehir apenas logra reunir un público que pueda compararse a las hinchadas de Galatasaray, Fenerbahçe y Besiktas, o incluso a la de equipos más modestos, pero que representan a una verdadera comunidad.

Las gradas del estadio, con capacidad para 17.000 plazas, suelen estar vacías en casi tres cuartas partes, y el entusiasmo que demuestran en cada partido los escolares del barrio invitados a los juegos apenas pueden esconder los gritos de los jugadores sobre el césped.

La proximidad del club con el gobierno, encarnada por Gümüsdag, sobrino político de la esposa del presidente Erdogan y miembro del consejo municipal de Estambul, provoca el rechazo de los puristas. Exjugador semiprofesional, Erdogan participó en el partido de inauguración del Estadio Fatih Terim en 2014. El mes pasado, volvió a pedir a los electos locales que redoblen esfuerzos con el fin de llenar el recinto.

"Es evidente que el gobierno apoya a este club", asegura Erten. "El objetivo principal es simbolizar el poder del gobierno y reflejar el modelo de este gobierno", agrega el periodista. Signo de esta identidad política que se le atribuye, su derrota contra el Galatasaray a mediados de abril provocó el alborozo de los detractores del controvertido presidente turco. "Galatasaray 2-0 Recep Tayyip Erdogan", tuiteó uno de los principales opositores, Meral Aksener.

Sin embargo, Bilgili, de Basaksehir 1453, rechaza en bloque estas acusaciones: "Empezamos a escuchar esta críticas cuando el Basaksehir comenzó a luchar por el título, a acercarse a la cima, a amenazar a los grandes". "Que continúen criticándonos... Al final seremos campeones", aventura.

afp/livefutbol